sábado, 10 de diciembre de 2011

10 - El demonio de las sombras



    La luna llena se elevaba, ese día de diciembre, sobre las casas de las personas. Era sábado y aquellos que tenían el día libre aprovechaban para descansar o relajarse de la agitada semana de compras y arreglos para las festividades de año nuevo. Algunos de ellos preparándose para la gran fiesta que tendría lugar en una mansión a las afueras, de la que todos hablaban, pero sólo pocos podrían asistir. Una de las invitadas atravesaba la avenida principal en su automóvil de lujo. Mientras manejaba, buscaba una estación de radio con alguna noticia que no tenga que ver con villancicos y fiestas cristianas o compras, pero todos hablaban de rebajas en juguetes y accidentes viales.

    En esta ciudad nunca caía nieve, pero el invierno era severo por la letal mezcla entre el frío y la humedad, hacían que estar afuera sin ningún tipo de abrigo ante el sereno fuera similar a ser sumergido o permanecer bajo la lluvia. Con cada respirar, podía sentirse el agua en el aire y los pulmones se helaban. Mas, dentro del vehículo, la calefacción hacía un excelente esfuerzo por mantener el gélido aire fuera del automóvil el cual se detuvo repentinamente, haciendo que las llantas derrapen en el piso un metro, para luego estacionarse con más cuidado frente a una casa.

    Después de que la joven bajó del vehículo, percibió algo en su piel, como un escalofrío y, confiando en sus sentidos, volteó a su alrededor en busca de peligro. El viento soplaba en medio de la calle y agitaba la copa de los árboles. Sus piernas, cubiertas por unas medias, se exponían al frío y sus zapatos altos la alejaban del suelo. Sin dejar de escudriñar el paisaje, caminó hasta la puerta de la casa. Girando su cabeza de un lado a otro mientras buscaba las  llaves de la puerta, dentro de su bolso que hacía juego con su vestido, pero no las encontraba, escuchaba que sonaban en alguna parte, pero se perdían entre la cantidad de objetos y la falta de iluminación.

     Cuando tuvo las llaves en sus manos, metió una de ellas en el cerrojo de la puerta y volteó a un pasillo entre dos edificios de enfrente, donde, por un instante, algo se movió. Fue tan rápido que pudo haber sido un parpadeo o al girar la cabeza, algún reflejo de otra cosa o quizá una amenaza. Le costaba trabajo quitar el seguro y se desesperaba, entonces intentaba con más fuerza y velocidad, pero se le dificultaba aún más. En ese momento observó nuevamente a su alrededor, preocupada, mientras trataba de meter la segunda llave en la cerradura y entonces lo volvió a ver, algo que se movía por el callejón de enfrente, pero, esta vez, más cerca.

    Con sus manos temblorosas, hacía un intento tras otro de meter la otra llave en la segunda cerradura. Espiando sobre su hombre, segura de que en cualquier momento aquello que venía mostraría su rostro. Después de todo, podría ser cualquier cosa, un animal, algún vecino inofensivo, una basura que volaba con el viento o quizá sólo sea su imaginación, pues a su alrededor todo se movía, pero por causa de las ráfagas frías que aún congelaban sus piernas, no escuchaba pasos u otra pista de algo que la acechara. Suspiró profundamente cuando la llave pudo girar completa y la puerta se abrió.
   
    Observaba la oscuridad de la entrada, sólo la iluminación de la calle se colaba por el portón abierto, tapado por su silueta que se derramaba por la alfombra y detrás de ella, otra sombra en forma humana comenzó a adentrarse en la casa. Su corazón se paralizó y volteó de un brinco, pero nada había detrás de ella ni alrededor. Cerró la puerta de su casa de un golpe y prendió las luces del recibidor y la sala. La quietud dentro de su casa era confortable. La luz amarilla de la sala era tenue e impregnaba tranquilidad que se mezclaba con la suavidad de los sillones de tela acolchada.

    En seguida prendió la radio en una estación donde la música relajante era la única regla. Dio un gran suspiro y dejó que su cuerpo se sumergiera en la suavidad del sofá, sus ojos se cerraban del cansancio pero no quería dormirse ahí, prefería tomar una taza de té y descansar en su alcoba, con ropa cómoda, después de un baño. Su cuerpo ya no le respondía como en el día, parecía dopada por la falta de energía y el cansancio. Pero con un último esfuerzo, se decidió por ir a la cocina, a preparar se bebida noctámbula.

    Al dirigirse a la cocina, cada vez que se alejaba de cada foco y lámpara que encendía en su camino, una sombra como humana se proyectaba por delante de ella, pero al encender el siguiente foco o lámpara, la silueta se esfumaba, hasta que volvía a dar unos pasos dentro de la oscuridad que regresaba y desaparecía. Cuando finalmente llegó a la estufa y puso algo de agua para calentar, se fijó en el piso a su alrededor, la luz de la cocina no permitía que obscuridad alguna la rodeara, mas aquella del suelo debajo de sus pies y la que se escondía en las gavetas.

    El té caliente la dejó lista para dormir, pero insistía en tomarse un baño y con un poco más de ánimos se dirigió a su habitación donde se desvistió y entró al baño despreocupada. Prendió la luz de la regadera, pero se apagó antes de que ella terminara de dar un paso, por lo que regresó y activó el interruptor otra vez, junto con la lámpara del lavabo. Entonces, abrió la llave del agua caliente y esta la recordaba al té que acababa de beber. Tallaba su cabello con acondicionador y cerró sus ojos para que no se irritaran.

    Cuando se enjuagó la espuma de la cabeza y pudo ver, notó que la iluminación del baño era un tanto más tenue, arriba de ella, el foco de la regadera estaba apagado y sólo la luz del lavabo estaba prendida. Ella corrió la cortina de baño para ponerse una toalla en el cabello, pero la luz que tenía enfrente proyectaba en el suelo, detrás de ella, una sombra que se escurría hasta llegar a la pared y esta sombra tomó la forma de una silueta humana que extendía sus brazos hacia la joven, quien dio un par de pasos hacia el apagador, rodeando el foco que ahora estaba a su izquierda, mientras la sombra avanzaba sobre la pared.

    Al momento en que la sombra estuvo a menos de un metro de la joven, esta última volteó y pudo verla, tenía cuernos en la cabeza y patas de chivo, su cuerpo era fornido y alto y tenía los ojos como los de un demonio. Entonces la sombra la tomó del cuello y, sin piedad, apretó hasta que la joven se quedó sin aire. Los periódicos del día 11 de diciembre en la mañana, tenían noticias pues esa noche hubo más de un asesinato misterioso, caracterizado porque el homicida no deja pista alguna ni una huella o un pelo. Sólo una puerta o ventana abierta, para escapar y seguir esparciendo la muerte a donde vaya.
    FIN
   

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