sábado, 24 de diciembre de 2011

24 - El poder del fuego



    Cada día están más cerca los festines de fin de año, las celebraciones paganas de rituales más poderosos. La fiesta más grande de toda la ciudad tendría lugar el último día del año y sería épica. Los afortunados invitados lucirían sus mejores ropas y joyería. Pero no todos recibieron regalos de piedras preciosas y oro. No todo era cetros y coronas de plata. Algunas personas, locas por solitarias, debían comprar sus propios atuendos y, sin mucho presupuesto para invertir, tenían que arreglárselas para llevar, aunque sea un medallón, un anillo o un collar que honre los dioses del fin de año.

    Esta era una joven mujer, harta de la vida, harta de la existencia banal, vil y cruel. De un mundo malvado que le había arrebatado todo: Familia, amor, dinero, propiedades, amistades. La providencia del destino la llevó a un callejón sin salida y con las pocas monedas que tenían en su bolsillo, jamás alcanzaría para comprar el único requerimiento del ritual pagano al que había sido invitada. Probando una última vez su suerte, recurrió a un barrio desamparado de la ciudad para conseguir el artículo deseado.

    Caminaba por una calle sucia, acompañada de hojas de periódico que seguían al viento, sus tacones bajos hacían un eco cada que golpeaban el suelo. Los edificios en esa zona de la ciudad tenían ventanas tapiadas con maderas y la única tienda abierta no tenía pinta de ser confiable, pero, dado que no tenía nada más que perder, decidió entrar, casi como retando a su suerte en este Diciembre, mes del terror.

    La tienda parecía opacada por la desolación del exterior, sin embargo, por dentro era algo diferente. Tenía un estilo de tiempos atrás, quizá podría llamarse clásico por los más recatados o anticuado por los menos conocedores, pero los artículos disponibles para la venta definitivamente no eran de fabricación barata, se trataba de Platos, vasos, copas, anillos, tronos y demás piezas ornamentadas y artesanales… asemejaba a un sitio digno para la realeza, más que para una simple plebeya. Sus tacones bajos hicieron eco dentro del piso tienda para así poder penetrar en el misterio.

    El tendero lucía un traje elegante, con porte fino y arrogante. Saludó cordialmente a la joven, pero denotando cierto desprecio clasista. El astuto tendero supuso que ella buscaba un artículo barato para presumirle al mundo, algo que oculte el fracaso que tenía escrito en todo su cuerpo. Sin entablar conversación, le mostró un collar con un colgante de bronce que lucía una piedra rojiza en el centro. Ella, en seguida, pensó que eso funcionaría para la fiesta, si el precio era suficiente. Sin ninguna explicación, quizá intentando que ella se fuera de su tienda con la mayor premura posible, aceptó las pocas monedas que poseía en su bolsillo, la envolvió en un papel y la dejó ir con su nuevo poder.

    Al poner sus dos pies en la acera, los cerrojos de la puerta de la tienda sonaron uno seguido del otro y luego las luces se apagaron. Cuando la joven pudo admirar con más calma su nueva posesión, notó que tenía inscripciones chinas alrededor que no podía entender, pero al colgarlo alrededor de su cuello sintió un vigor que no había pasado por sus venas en mucho tiempo, quizá nunca lo había sentido en realidad. Miraba a su alrededor como si fuera un demonio que acababa de llegar a una nueva dimensión y estuviera listo para conquistar un nuevo mundo.

    Sentía calor en su cuerpo, pero no le molestaba, la relajaba, soplaba aire caliente de su boca y sus manos le temblaban. Caminaba y sentía que sus pies golpeaban el suelo con tal fuerza que parecía romperse. Sus ojos se posaron en un buzón, de un color rojo como la piedra de su collar y, antes de que se diera cuenta, ya salía humo del contenedor y fuego. Al ver esto, se alejó tanto como pudo para resguardarse, pero de alguna manera lo sabía, el fuego no había venido de cualquier lado, ella lo había iniciado y era gracias a su nuevo collar.

    Intentó una vez más, mirando unas cajas con basura en un callejón. A pesar de la humedad, éstas prendieron de un chispazo y el fuego se elevó hasta una ventana cercana que estaba cerrada. La idea de incendiar un edificio entero le pasó por la mente y el vidrio de la ventana explotó y llamaradas salieron de esta y el humo atiborró la calle. Ella escapó tan rápido como podía. Su corazón latía con fuerza, jadeaba, sentía un calor en su interior que le quemaba, pero lo gozaba, no sentía remordimiento alguno, merecía este poder, ahora ella tenía los dados en las manos y planeaba apostarlo todo, antes de tirarlos.

    Al llegar a una congestionada avenida puso a prueba sus poderes. Oculta detrás de una muralla, pensó en los autos y podía visualizarlos envueltos en llamas y en su mente escuchaba los gritos de la gente que se quemaba viva. Miró un edificio y el humo empezó a brotar. El caos se apoderó de la ciudad, los autos incinerados expulsaban gases tóxicos y los cimientos de los edificios crujían a punto de desplomarse como un galleta seca. La joven sentía una excitación que no podía explicar ni entender. Pero el calor de su corazón le impulsaba a seguir destruyendo y matando y quemando todo lo que estaba a su alcance.

    Uno tras otro, los vehículos abandonados por la gente que corrió envuelta en pánico, se calcinaban y hacían una cadena que crecía y crecía. La joven estaba histérica, maníaca, no había forma de detenerla y el fuego que sentía en su interior finalmente la quemó. Su cuerpo nunca tocó el suelo, pues se convirtió en una estatua de ceniza que fue barrida por el viento y del medallón con el poder del fuego no se volvió a saber nada, nunca más.

FIN

No hay comentarios:

Publicar un comentario