sábado, 1 de diciembre de 2012

01 - La doncella en discordia




           La luz de las velas en un candelabro iluminaba una mesa con dos personas, en el restaurante más lujoso de toda la ciudad, la tarde caía pero las nubes daban la impresión de que ya era de noche. En una de las sillas se encontraba un caballero de traje y corbata, su cabello era castaño oscuro y estaba peinado todo hacia atrás casi a la perfección. Sus zapatos estaban boleados y brillaban y sus dientes eran blancos como el marfil. Este caballero acompañaba a una dama, con un vestido rojo de seda y un collar de oro con un zafiro hexagonal en el centro. La dama era hermosa y refinada, con el porte de una doncella o una princesa. Ambos bebían vino y comían pasta mientras platicaban.
Con voz calma y sin que sus ojos se alejaran de los de ella en ningún momento, el caballero le comentaba a la dama—Mis abuelos vinieron a Vallecalmo con mi padre, eso ya hace 40 años. En aquel entonces, Vallecalmo era un pueblo pequeño, casi todo el mundo se conocía y sólo había una estación de bomberos, otra de policía y un hospital. Pero en menos de 10 años, ya había hoteles, plazas, cinemas. Cuando yo nací, ya todo eso estaba, pero tengo una idea de cómo  se veía antes por fotos que me ha mostrado mi abuelo— Decía.
Después de tomar un trago de vino tinto, la mujer le respondió, viendo al vacío—Mucha gente piensa así, y puede ser cierto… Pero, en realidad, el pueblo sigue igual, es decir, la misma gente sigue viviendo en el lugar de siempre, como tú y yo. La estación de bomberos, el hospital, el lago, el bosque, las montañas… todo sigue ahí, sólo hay más edificios y gente, pero la ciudad aún conserva el aire de pueblo pequeño de siempre—.
A esto, él respondió — Aún hay lugares que me hacen recordar el pasado, como el lago o la montaña al oeste, y sí se conservan igual, pero por el centro de la ciudad, donde he vivido toda mi vida, las cosas sí han cambiado bastante. Quizá desde el balcón de tu torre en medio del bosque no parece que haya cambiado mucho, princesa— y puso un gesto severo y tan serio como pudo.
Ella le miró el ceño fruncido y parpadeó un par de veces hasta que ambos rieron calladamente. Siguieron comiendo y la velada continuó…
—¿Hace cuánto que hemos salido? ¿Cuántas veces ya nos hemos visto?— Preguntaba ella y continuó—… Siempre parece como si nos conociéramos desde siempre, pero al mismo tiempo, es como si nos viéramos por primera vez—.
—Te conocí en otoño… ¡Casi muero ese día! Si la flecha se hubiera desviado unos centímetros hubiera pegado directo a mi estómago y habría sufrido una muerte lenta y dolorosa— Dijo el caballero.
—Mi padre y mi abuelo me entrenaron con el arco y otras armas mortales, no iba a fallar. Además, era eso o dejar que el jabalí salvaje te envistiera. No es astuto deambular solo por el bosque en esas fechas, está oscuro y hace frío, las criaturas están inquietas y todo tipo de bestias merodean por ahí…— respondió la dama.
—“No es prudente que un hombre deambule solo” pero una dama en apuros sí…—dijo sarcásticamente él.
—Tenía suficientes armas y entrenamiento para combatir un pequeño ejército— se quejó ella y ambos rieron.
Después de limpiarse la boca con la servilleta, él se refirió a ella —Nunca me dijiste qué hacías en el bosque con tantas armas y no volveré a preguntar, pero… cuando te conocí, en el suelo se acumulaban las hojas secas. Esta noche hay una capa de nieve cubriendo los tejados y los árboles, ya habrán pasado tres meses—.
— Hablando del tiempo… Es temprano aún ¿Quisieras conocer mi casa?— le preguntó ella.
— ¿Alcanzará el resto de la tarde para conocerla toda o es un paseo de varios días?— preguntó bromeando.
— No tiene tantas habitaciones, además, en la mayoría sólo hay muebles empolvados— dijo con una sonrisa. Pero al instante, cambió su voz a un tono solemne y firme— Te mostraré el retrato de mi abuelo y de mi padre que tanto te he hablado…—
La cara de la mujer asombró al caballero, entendía que esto era algo importante. Una dama como ella no llevaría a cualquier hombre a su casa y menos a presentarle a su familia, aunque sea en retratos. Así que, con una sonrisa honesta y sencilla le respondió únicamente —Me encantaría—.
          El chofer ya los esperaba afuera del restaurante al terminar la velada y todos se subieron al vehículo rumbo a la mansión de la dama, una antigua propiedad familiar escondida en el bosque en las periferias de la ciudad. Alejada del ruido y el barullo de una urbe dinámica, parecía que el tiempo no había pasado ahí. La mansión tendría, al menos, doscientos años. Rodeada de una reja metálica decorada naturalmente por enredaderas muertas, la única entrada era un portón de hierro que se abrió automáticamente cuando ellos se acercaron. Si bien, la casa era vieja, las comodidades de la modernidad convivían sigilosamente en un estilo clásico.
     La noche ya había caído cuando llegaron al recibidor de la mansión. El aire frío de diciembre que bajaba de las montañas no penetraba el avanzado sistema de calefacción de la casona. Los candelabros se iluminaban con electricidad. La mujer dio  órdenes a su mayordomo de que comenzara a preparar la cena, así estaría lista cuando tuvieran hambre. Mientras ella invitó a su huésped a dar un paseo por la casa.
       Él miraba por todas partes y por donde sea que veía encontraba artículos lujosos o de valor histórico. Todo se conservaba justo como había sido diseñado originalmente y en las paredes colgaban retratos, cabezas de animales, armas punzocortantes y de fuego de diversos los lugares alrededor del mundo y épocas ancestrales, además de pabellones enteros con estatuas de generales romanos y dioses griegos y cuartos con armaduras, algunas de guerreros poco vistos por los mortales y de formas y tamaños que superaban el límite humano.
        La luz de la mansión parecía estar apagada siempre, pero en el momento que alguien entraba a una habitación, esta se iluminaba al instante. Al final del pasillo principal, que daba a todas las habitaciones con trofeos de casa, armas, armaduras y estatuas, se encontraba una puerta de madera gruesa como un cráneo. Al acercarse ambos, la puerta se abrió y todo se iluminó adentro. Se trataba de otro pasillo, sin embargo, este no tenía puertas en los costados, sino que retratos, más grandes que el tamaño real de una persona, colgaban de las paredes. Todos hombres, vistiendo ropas de aspecto militar, con medallas e insignias de oro, plata, bronce y hierro. Portando espadas, ballestas, mosquetes, rifles, arcos, cuchillos, lanzas, escudos y uno de ellos sostenía un bastón del cual salían llamaradas.
          Antes de que el caballero pudiera preguntar respecto a alguno de los cuadros, ella llamó su atención, tocando su hombro con suavidad. Miraba dos retratos en particular, ambos se veían más cercanos en tiempo que el resto. Uno de ellos era un hombre joven sosteniendo un rifle de la segunda guerra mundial, pero portando una espada plateada que colgaba de su cinturón. El otro era un hombre adulto, pero este sostenía una espada tan larga como para derribar a un caballero de su montura. Ambos tenían el collar dorado con un zafiro hexagonal, idénticos al que usaba la anfitriona y eran obras de una maestría sólo vista en las mejores colecciones privadas. Parecían vivos y casi como si tuvieran movimiento, el fondo se veía tan lejano y los ojos de los soldados brillaban como llamaradas, su espíritu vivía a través de estos cuadros y de la leyenda de sus nombres.
       Sin dejar de ver el retrato del hombre con el rifle, ella comenzó a explicarle sobre su familia —Como te he dicho antes, vengo de una antigua familia militar. Mi padre, mi abuelo,  mi bisabuelo, tatarabuelo y todos los hombres en mi familia han sido poderosos guerreros. Soldados de élite para proteger a las personas que aman y las ideas que representan. Todos y cada uno de ellos han muerto en batalla, pero con su sacrificio lograron salvar la vida de muchos más, sin ellos, la gente de este pueblo habría caído desde hace tiempo ante el mal. Son héroes y mártires, no lo olvides—.
         Él estaba impresionado, desde el momento en que empezaron a frecuentarse, pasó poco tiempo antes de que él se diera cuenta de los conocimientos de la dama sobre la guerra e historia, sin embargo, ante la presencia de tan magnificentes obras, tal era el porte de estos hombres y su historia de valor y amor por el prójimo, que no podía sentir más que admiración y respeto por sus nombres y su apellido. También entendía cómo habría obtenido esa mansión con todas las posesiones, pues generaciones de soldados traían a casa botines de guerra, de todas partes del mundo y épocas de la historia. Seguramente tendrían una caja fuerte llena de joyas, monedas, perlas y otros tesoros de valor inimaginable.
             Una ligera cena estaba servida en la mesa cuando llegaron al comedor, la cual consumieron con celeridad y, dado que la media noche se acercaba y ambos se sentían cansados, satisfechos y un poco intoxicados por el alcohol del vino.
              —El mayordomo se fue a dormir hace una hora y conducir por el bosque con la ventisca y con todo el vino que tomaste no sería prudente. Además hace frío, sería conveniente tener algo de calor extra en mi cama— le dijo ella, sin pensarlo mucho.
Sin dudarlo, él aceptó pasar la noche con ella y ambos se movieron a su alcoba.
Mientras él se quitaba los zapatos, ella pasó a un vestidor contiguo a la habitación. Él puso el contenido de las bolsas de su pantalón sobre una mesa pequeña de madera y sus zapatos a un costado de la cama, pegados a la pared. La luz de la habitación estaba completamente prendida, por lo que era difícil apreciar el exterior, sin embargo, ella entró a la habitación vistiendo lencería negra y los candelabros se apagaron, dejando entrar la luz de las estrellas que se colaban a través de las copas de los árboles que rodeaban la mansión. Él se quedó estupefacto al verla, mientras atravesaba la habitación y se subía a la cama, para terminar metiéndose debajo de las colchas. Él fue directo a la cama, debajo de las sábanas y pudo sentir el calor del cuerpo de ella en la tela. Al acercarse un poco más, sintió su piel y ella sintió la de él.
Ella lo miraba a los ojos y sus mejillas estaban enrojecidas — ¿Me amas?— le preguntó a él.
Él le respondió mirándola a los ojos unos segundos y sólo dijo — Sí—.
Aún no convencida por esa respuesta, ella insistió— ¿Es verdad que me amas, no me mientes?—
Él la miró bien, veía su rostro y la forma de su cuerpo. Luego vio la cama, lo finas de sus telas y la madera de la que estaba hecha, pensaba en la lujosa mansión y en todos sus tesoros.  Esta vez, le respondió con más seguridad — Sí, es verdad, de verdad Te Amo—.
Ella siguió viéndolo unos segundos y, cuando entendió la respuesta, cerró los ojos y lo besó. Él le respondió el beso y pasó sus brazos alrededor de su cintura y ambos se dejaron llevar por sus instintos como animales salvajes, hasta quedarse dormidos por el cansancio.
La mañana siguiente, él despertó desnudo y esperaba encontrarla al lado de la cama, sin embargo, ella estaba parada junto a la ventana y portaba una espada grande de plata. Cuando él la vio, se extrañó y se asustó un poco.
—¿Qué haces con esa espada, linda?— le preguntó él, titubeante y somnoliento.
—Verás, hay algo que no te conté sobre mi familia…— dijo ella, viéndolo como un tigre mira a su presa— su única misión, librar del mal a la tierra, es literal. Verás, Dios no existe o, en su defecto, su existencia no influye en nuestro mundo. Pero La Maldad es real. Existen seres demoniacos que buscan corromper a la humanidad para sus fines perversos y los únicos que podemos hacer algo al respecto somos nosotros—.
Él tenía jaqueca, seguía adormilado y la luz del sol le pegaba en la cara, las palabras que ella decía lo confundían más —¿Por qué me dices esto?—.
Con fiereza, ella respondió —Mi padre, que en paz descanse, luchó contra este poderoso demonio llamado Baliel, que lo maldijo. Antes de morir, el demonio juró que reencarnaría en su próximo hijo y que tomaría posesión de su alma, acabando así con nuestra familia. Pero el demonio no predijo que el primogénito de mi padre nacería mujer. De haber nacido hombre, hubiera tenido una oportunidad de luchar contra el demonio en mis sueños y acabar con la maldición, pero dado que nací mujer, la única forma de ser libre es encontrando al verdadero amor—.
La historia que ella contaba era fantástica y él apenas podía creerlo. Sin tomarlo con seriedad y un tanto nervioso, él le preguntó — Entonces ¿Te he librado de la maldición—.
Después de echar una pequeña risa de ironía y apretando el mango de su espada le respondió — ¿Ves a algún demonio por aquí?—.
El hombre volteó por la habitación y su corazón se paralizó, pues, junto a la cama, estaba parado un ser de la altura de un basquetbolista, pero tan fornido como un levantador de pesas. Su piel era roja, sus uñas negras, tenía unos colmillos que salían de su boca y ojos como el fuego.
—No me libraste de la maldición, porque no me amas. Amas mi dinero, mis posesiones y mi cuerpo, mas no mi alma. Pero no te preocupes, mi corazón permanecerá puro, mientras alimente a este demonio con el alma de los mentirosos, los perversos y los codiciosos. Así que, gracias a ti, podré ser libre unos meses más, mientras sigo buscando al verdadero amor que me libere para siempre— le dijo ella y al terminar, él no tuvo tiempo de decir palabra alguna, pues su pecho fue atravesado por la espada de plata y el demonio se apresuró a comer su corazón sangriento mientras aún latía, devorando así su alma para siempre.


FIN

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