miércoles, 5 de diciembre de 2012

05 - El Día de caza.


    Vallecalmo estaba rodeado por varias montañas. Al Oeste estaba un cerro y al Este dos montañas se alzaban una junto a la otra, entre estas dos montañas y la más grande, que se encontraba al sur, crecía un bosque que se cubría de nieve en invierno. Las hojas de los árboles se caían en otoño y en invierno sólo quedaban las ramas negras y congeladas. Era en este bosque donde un grupo de cazadores fue citado para la cacería más peligrosa de sus vidas.
    Uniformado cada quien a su estilo. Cinco cazadores venían armados hasta los dientes, sentados alrededor de una fogata. El caballero que estaba más cerca de la fogata vestía ropa militar moderna de camuflaje gris y portaba un rifle automático, una pistola, pintura de guerra en la cara, un cuchillo, un encendedor y un casco que incluía unas gafas protectoras para la nieve y orejeras. Su cabello era claro y sus ojos oscuros. Junto a él se encontraba un cazador sentado sobre la nieve con sus piernas y brazos cruzados. Su cuerpo estaba envuelto en telas blancas que lo cubrían de pies a cabeza, dejando sólo un espacio para los ojos que se ocultaban en la profundidad de ese traje. Colgado en su espalda, sobresalía una espada japonesa del mismo color y no parecía cargar con nada más.
    Apoyado sobre un árbol, un joven armado con una ballesta, jugaba con ella apuntándola hacia diferentes objetivos y jalando del gatillo, sin ninguna flecha cargada. Venía cubierto por un abrigo gris y ropa de invierno. A su lado, una mujer joven que vestía ropas similares, pero venía armada con un arco moderno y un par de cuchillos pequeños pero afilados de ambos lados del cinturón. Los dos cargaban mochilas de color café idénticas a sus espaldas.
    Alejado del resto del grupo, estaba parado un hombre casi tan alto como un caballo, cubierto de pieles de osos y zapatos hechos de piel de lobo, cargaba un hacha de hierro sólida con ambas manos y sus brazos parecían troncos.
    Estaba a punto de caer la noche cuando una motonieve se detuvo a pocos metros de ellos. Los más jóvenes del grupo se alertaron cuando la moto arribó, pero los otros 3 cazadores habían prestado atención al ruido del motor hacía minutos. De la motonieve bajó un caballero de traje, con un saco y un casco para la nieve que le cubría toda la cabeza. Cargaba consigo un maletín negro. Este señor, se acercó a los cazadores y, sin quitarse su casco les dijo:
    “La criatura que están buscando vive entre el límite del bosque y la cima de esta montaña. Se espera una fuerte nevada y sobrevivir la noche será su primer reto. Cazar a la bestia será su objetivo, pero no será tarea fácil. Se trata de un ser que ha matado a cientos de cazadores, es listo y piensa, pero es inhumano y despiadado. Mata no por hambre sino por placer y su táctica es el miedo. Infundir el miedo en el más poderoso guerrero lo convertirá en el ser más indefenso. Quien tenga su piel mañana al amanecer será el ganador. Les recuerdo que sólo puede haber un ganador. A partir de ahora, comienza la cacería…”
    Este personaje de casco regresó a su motonieve y desapareció por el mismo camino por donde surgió. Cuando el ruido del motor se perdió en el bosque hubo unos segundos de calma. Sin embargo, Zagal, el hombre de las pieles de oso, cargó su hacha por encima de su cabeza y gritó al grupo — ¡Ya oyeron al hombre, sólo Zagal cazará a la bestia! ¡Que nadie se interponga en mi camino!— Al instante, todos cargaron sus armas y apuntaron hacia el gigante. Todos, excepto el cazador de ropa blanca, quien permaneció sentado y se limitó a preguntar — ¿Y si nos interponemos, qué harás?— Ante esto, Zagal puso el  rostro como el de una fiera al atacar y parecía un oso por las pieles que vestía mientras corría hacia el cazador de ropa blanca. Pero, en menos de un segundo y tan rápido como un trueno, este último rodeó a Zagal y le atravesó el cuerpo con su espada.
    Las ropas blancas no se mancharon cuando, de un golpe, sacó la espada del cuerpo del gigante y la agitó para quitarle la sangre. Posteriormente sacó un pañuelo de su ropa, limpió la hoja, guardó el pañuelo y envainó. —Mi nombre es Khalai. Si tienen honor, se concentrarán en cazar a la bestia, de lo contrario, se enfrentarán contra mi espada — Entonces golpeó la nieve con la funda de su espada, lanzándola por todas partes, y cuando esta cayó al suelo, el guerrero ya había desaparecido, sin dejar huellas en la nieve. 
    El joven de la ballesta tenía su dedo en el gatillo, al igual que el soldado del rifle de asalto. La joven había destensado su arco, pero no soltaba la flecha, lista para disparar en cualquier momento. Pero al momento que el soldado bajó su rifle, todos se relajaron. Entendieron que ambos debían concentrarse en buscar a la criatura. Los tres comenzaron a subir la montaña, alejándose poco a poco. Siempre con un ojo por encima del hombro.
    La nieve no sólo no paraba de caer, sino que arreciaba con cada minuto. Cada paso que daban los hundía un poco más y costaba un mayor esfuerzo avanzar. El soldado y la pareja de jóvenes con flechas estaban alejados unos veinte metros cuando de repente escucharon un gruñido. Algo que ninguno de los 3 había escuchado antes. Sonaba como un oso, pero más feroz, más infernal. Este gruñido volvió a resonar cerca de la cima de la montaña y los 3 cazadores corrieron tan rápido como la nieve les permitía.
    Después de unos minutos de correr sobre la nieve, al terminar la línea de árboles del bosque, divisaron una mancha roja que destacaba sobre el color blanco. Se acercaron sigilosos. Desconfiando uno del otro, pero atentos a cualquier signo de la criatura. Cuando llegaron a un par de metros de distancia, les fue difícil descifrar la escena, pero los 3 dieron un paso atrás cuando comprendieron que esa mancha de sangre, tripas y pedazos de hueso regados por todas partes, junto con una espada y ropas blancas rotas y manchadas de rojo, se trataba del poderoso guerrero Khalai.
    La hoja de la espada estaba limpia. Luchó contra la criatura, pero no tuvo oportunidad de herirlo. El soldado miró a ambos jóvenes y les ordenó — Vayan adelante y yo los observaré desde la mira de mi rifle. Que uno de ustedes voltee hacia atrás todo el tiempo —. Ambos jóvenes estaban nerviosos y su instinto les decía que debían salir de ahí cuanto antes. Pero confiando en la profesionalidad del soldado y en su puntería, avanzaron, como señuelo para la criatura.
    El soldado puso su ojo en la mira, alrededor de la pareja de jóvenes, pero sólo veía nieve. Los árboles se habían quedado atrás y era un tiro claro, pero nada cruzaba su mira. A lo lejos, los jóvenes avanzaban paso a paso, mientras el viento los empujaba. De repente, la nieve junto a ellos explotó y volaron pedazos de la piedra y tierra que se encontraban abajo, resultado de varios disparos. Al voltear atrás, pudieron observar a la criatura, del tamaño de un hombre adulto, con su pelaje completamente blanco, parado sobre el soldado quien yacía en el suelo muerto, pues la criatura había abierto su piel y sacado sus órganos de unos pocos rasguños.
    Dos flechas salieron volando hacia la criatura, pero una pegó en un árbol más atrás y el otro impactó en la nieve, cerca del cuerpo del soldado. La criatura se enterró en la nieve de inmediato y desapareció de su vista. — ¡Tenemos que salir de aquí! — Le gritó el joven a su pareja. Entonces comenzaron a correr, pero no dieron más de dos pasos cuando él cayó al suelo — ¡Corre, corre! — Le gritó y posteriormente se escuchó un tronido y él emitió un sonido de agonía. La sangre se esparció a varios metros, impregnando a la chica en toda su ropa.
    Ella sacó sus cuchillos, pero la criatura salió detrás de ella, la empujó, tirándola a la nieve, se lanzó sobre ella y, sin importar cuántos intentos hizo de atravesar su pelaje con los cuchillos, este ser la partió en 2 y extirpó sus órganos.
    Cuando la criatura terminó de despedazar ambos cuerpos, se calmó. Dio un suspiro largo y caminó erguido hasta unos arbustos detrás de los cuales se escondía una motonieve y un casco. El hombre se quitó la máscara de monstruo y el disfraz peludo, dejó a un lado los guantes con garras de hierro y guardó todo en un compartimiento de la moto. Se puso el casco y antes de encender el vehículo y desaparecer dijo — Cada año es más fácil…—.

FIN

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