sábado, 15 de diciembre de 2012

13 - El reflejo en el espejo.


    *Advertencia* La siguiente historia está basada en un fenómeno cognitivo real y no debe intentarse en casa si se padece de algún trastorno psiquiátrico o psicológico.

    Era jueves, en el pueblo de Vallecalmo. Cuando Valeria abrió los ojos, su rostro giró inmediatamente al reloj despertador cuya alarma no paraba de sonar. Llevaba varios minutos activada y Valeria apenas estaba consciente de quién era o dónde estaba. Sus ojos se cerraron unos segundos más, pero la alarma, que no podía alcanzar con su brazo extendido y la obligaba a levantarse de la cama para desactivarla, no dejaba de hacer un escándalo.
    Al poner un pie en el piso alfombrado, recordó que debía ir a trabajar, sin embargo, por previas experiencias de llegar tarde por dejar la alarma sonando mucho tiempo, había programado su reloj para que sonara con suficiente anticipación y, por esta razón, era aún bastante temprano.
    Valeria tranquilamente fue a la cocina y prendió la televisión de la sala con el control remoto y se preparó un refrigerio. En la televisión empezaba el noticiero con una serie de tragedias sucedidas en la ciudad en los últimos días, la mayoría de ellos inspirados, en apariencia, por actos de locura. A ella Valeria le daba miedo cualquier cosa que tenga que ver con la locura, por lo que cambió el canal, para no escuchar más noticias extrañas.
    A Valeria no le gustaba soñar, era una mujer práctica de gustos sencillos. Si ella pudiera, podría quedarse viendo la ropa dar vueltas en la lavadora todo el día. Para ella, la felicidad consistía en desayunar cereal, ver la televisión, darse un baño y tener una vida rutinaria y ordinaria, sin ningún tipo de sobresaltos, emergencias, emociones o cualquier evento desafortunado. Luchar porque esto fuera así siempre era su único sueño.
    Sin ser obsesiva, Valeria apreciaba el orden y la limpieza. Antes de salir rumbo a su trabajo, procuraba asear y acomodar su casa de forma que al llegar todo estuviera tal como lo había dejado. Después de esto, se daba un baño, se cepillaba los dientes y se vestía para manejar hasta su oficina para hacer sus rutinas diarias. Sin embargo…
    Esa mañana, Valeria se metió a bañar en la regadera, después de desayunar y hacer la limpieza. Todo marchaba bien pero, a su lado, vio algo oscuro que no debería estar ahí… Se trataba de una toalla de color marrón. Al hacer memoria, recordó que la toalla blanca de ayer se le había resbalado al piso y no la pudo usar al día siguiente, obligándola a sacar de su closet una que generalmente no usaba. Después de esta distracción, se secó completamente y se dirigió al lavabo para cepillarse los dientes.
    Ella miraba al espejo frente al lavamanos. Pero, de repente, Valeria avistó algo completamente fuera de lo normal. En el reflejo del espejo, podía ver un punto negro en su cara, tan pequeño como un lunar. Su piel, meticulosamente cuidada y tratada con cremas y ungüentos, era de una tez suave, color plano y textura saludable. Al pasar el  dedo índice por su mejilla, que era donde se veía el punto negro, no encontró nada. Pero el punto, del reflejo del espejo, no se fue. Sin embargo, cuando parpadeaba, este punto negro se convertía en blanco y cuando los volvía a abrir, el punto aparecía frente a su rostro reflejado en el espejo.
    Desconcertada, observó su rostro cuidadosamente, quería deducir en qué parte estaba ese punto que veía. Sin embargo, algo hipnótico y perturbador comenzó a pasar. En la medida que mantenía su vista fija en el espejo, su cara se distorsionaba. Como si alguien jugara con sus ojos, su nariz y su boca, estas parecían moverse fuera de su lugar. Al instante, Valeria volteó su cabeza de golpe a un costado, no quería ver esa horripilante escena. Pero, no tenía idea de qué le estaba pasando.
    Tocaba su rostro con las manos, esperando encontrar todo su lugar, pero la exploración no encontró nada inusual. Desconfiaba de sus dedos y prefería rectificar con su vista. Temerosa, se admiró otra vez en el espejo y su cara parecía normal, todo estaba justo donde se había quedado la noche anterior y donde siempre. Fijó su mirada, tratando de buscar si su rostro se movería de nuevo. No podía imaginar la expresión de las personas en su trabajo cuando la vean con un rostro extraño. Ella se preguntaba si sería alguna enfermedad donde las partes de la cara cambian de lugar o si su peor pesadilla se haría realidad…
    Se veía a sí misma fuera de sus casillas, sucia y con el cabello revuelto, vistiendo una bata y una camisa de fuerza, mientras que enfermeros la cargan hasta una habitación con las paredes, el piso y el techo acolchados. Mientras doctores la analizaban a través de  un espejo, por lo bajo, se susurraban a sí mismos que “no tenía remedio”. 
    Cuando regresó en sí, estaba ahí parada en su baño. Parada frente al espejo sobre el lavabo. Su mirada estaba fija en su rostro reflejado, llevaba varios segundos así, pensando en su futuro como interna de un hospital psiquiátrico y, cuando volvió a su baño, su rostro se movía. Sus ojos se distorsionaban y su cara parecía la de otra persona, como un chimpancé. Ella creía que estaba desvariando, según su punto de vista, nadie que dijera estar cuerdo tendría tales alucinaciones, y mientras más veía su rostro, aún más se distorsionaba.
    Con rabia, tomó una botella metálica con acondicionador y rompió el espejo del baño de un golpe. Sin vestirse ni cubrirse con alguna toalla, mojando la alfombra al caminar, fue al espejo de su habitación y, al mirarse, vio su rostro normal, tal como estaría en cualquier mañana, después de cepillarse los dientes. No había punto negro alguno ni sus ojos cambiaban de lugar. Sólo que éstos estaban hinchados y enrojecidos. Algunas lágrimas estaban a punto de derramarse pero al menos las fantasías habían parados.
    Ella permaneció ahí, parada frente al espejo, desnuda y mojada, sujetando fuerte en su mano el bote metálico de acondicionador, agitada. Viéndose frente al espejo, con su rostro enfurecido, pero a punto de llorar. Cada cosa que veía, la convencía más de que estaba loca y cuando observó fijamente su cara en el espejo pensó que si volvía a alucinar sería definitivo que había perdido la razón. Y, efectivamente, después de un tiempo de mirarse, sus ojos, su boca y su nariz comenzaron a distorsionarse, a moverse de lugar y su cara se transformó de una forma que el sentido común no puede explicar.
    La policía local la encontró en la calle, desnuda y aún sosteniendo la botella de acondicionador. Tuvieron que someterla para poder controlarla y llevarla a un hospital donde la diagnosticaron con algún trastorno psicótico incurable y pasó el resto de sus días internada en un hospital psiquiátrico, en una habitación acolchada por las paredes y el piso.

FIN

No hay comentarios:

Publicar un comentario