Samir
era un residente de Vallecalmo. No siempre se fijaba en sus sueños, pues pasaba
largas noches de desvelo en su trabajo como guarda de seguridad en un almacén
cerca de los muelles y al llegar a su casa lo único que quería era dormir
profundamente, tan profundo como es posible durante el día, pues descansaba
cuando la mayoría estaba activo y despertaba cuando quedaban pocas horas de
sol.
Samir
bostezaba en su trabajo. Nunca sucedía nada fuera de lo normal en su turno,
nadie robaría peces y carnes frías, en medio de la noche. Podía relajarse y su
mayor esfuerzo era para no quedarse dormido. Esa noche en particular, anhelaba
su cama, lo suave de su pijama y la calidez de su habitación. Al final de su
jornada, tras el amanecer, nada se comparaba a quitarse los duros zapatos y el
uniforme; Prender la televisión y ver programas al azar hasta quedarse dormido.
Las
raras veces que recordaba lo que soñaba, ese recuerdo sólo le duraba unos
minutos, pues el agua fría de la regadera se llevaba todo su sueño por la
coladera. Sin embargo, cuando esa rara ocasión tenía lugar, cuando él se
interesaba en sus sueños, siempre le venía a la mente una recurrente pesadilla
donde alguien o algo lo perseguía. Nunca podía ver qué o quién era, simplemente
tenía la sensación de que era perseguido, como cuando soñamos que nos caemos
sin saber precisamente desde dónde, y que debía huir, escapar de ese lugar.
Cuando despertaba, le era imposible saber de qué escapa o a qué le temía, pero
poca importancia le daba y seguía con su vida como si nada.
Esa
noche en particular, en una televisión, que funcionaba a baterías y de la que
Samir disponía para entretenerse a altas horas, transmitían una película de
terror de un hombre que despertaba en una cabaña y, tras leer un documento,
debía escapar de ahí antes de la media noche, pues su alma sería capturada para
siempre. La trama, a la cual Samir poco entendió, no le llamó la atención, sino
el terrorífico desenlace donde el hombre era finalmente capturado.
En
esta escena final, algo venía tras el protagonista y daba un último grito,
hasta que la pantalla se desvanecía y los créditos finales comenzaban a rodar.
El efecto de la cámara acercándose y persiguiendo a ese hombre, le recordó a
Samir su sueño recurrente. Pensó que el monstruo que lo perseguía era en
realidad un camarógrafo que lo grababa en su mente o que simplemente no era
nada y sólo su imaginación lo torturaba.
Tales
eran sus cavilaciones, cuando las manecillas del reloj que colgaba en la pared
marcaron la hora exacta para salir. Nada lo detuvo entonces hasta llegar a su
casa, quitarse su uniforme, ponerse su pijama, acostarse en su suave cama, en
su cálida habitación, para prender la tele y ver cualquier programa, hasta
quedarse dormido.
Dando
vueltas en su cama, su mente lo transportaba a un universo paralelo donde la
lógica no necesariamente era exacta. Al principio, estaba seguro de encontrarse
en una avenida conocida de su ciudad, pero, conforme avanzaba por la acera,
cada cosa que veía se le hacía extraña, irreconocible, como estar perdido en un
barrio que no conocía o nunca hubiese visitado.
Antes de que
pudiera tener idea de por qué seguía avanzando sin rumbo, temió. Como si
supiera de un sufrimiento inminente, quizá alguien o algo lo atacaría en cualquier
momento. Pero, a su alrededor, no observaba a nadie, pues las calles estaban
muertas. Ni un animal o un hombre u otro ser rondaba esos parajes, sin embargo,
aún temía.
Algo tras un
vehículo viejo, estacionado en medio de la calle, como si hubiese sido
abandonado repentinamente, hizo un sonido que de inmediato llamó la atención de
Samir. Sin embargo, al voltear pudo ver que se trataba de un periódico que se
enredó en la antena del vehículo. Otro ruido, del otro lado de la avenida, hizo
que volteara la mirada, pero sólo se trataba de las ramas de un árbol que
crujía al soplar del viento.
Las sombras
iban y venían. No podía distinguir si era de día o era de noche. Tampoco si las
luces de la calle estaban encendidas. Todo poseía un tono grisáceo y azuloso.
Mientras Samir caminaba en ese amanecer perpetuo, miraba las fachadas de los
edificios. Algunos tenían prendida la iluminación que daba a la calle y en
otros sólo podía verse luz que salía de las ventanas. Muchas más casas estaban
completamente apagadas, sin embargo, aún así era posible distinguir todo lo que
había dentro de ellas, como si fuese de día.
El
inconfundible marchar de pasos de una persona cercana alertó a Samir. Sin
embargo, no lograba distinguir exactamente de dónde provenía… Pero se acercaba
y además, con cada vez que sus zapatos golpeaban el suelo, aceleraba un poco
más y un poco más.
Samir no tenía
idea de quién fuera la persona que hacía ese ruido, pero sintió la repentina
necesidad de escapar. Sin hacerlo muy evidente, comenzó a caminar en la
dirección opuesta del sonido, apretando la marcha lentamente hasta que, sin
darse cuenta, ya estaba corriendo y aquellos pasos que escuchaba detrás de él
ya lo perseguían. No importa cuán rápido avanzara sobre la calle interminable,
los pasos estaban cada vez más cerca.
Su corazón
estaba agitado como nunca en su vida, su cabeza le iba a estallar, sus pulmones
apenas podían satisfacer la necesidad de su cuerpo de energía, pero la cosa
estaba cada vez más y más cerca. Confundido, Samir pensó que tal situación era
como de una pesadilla e inmediatamente se dio cuenta de que estaba soñando.
Recordando sus cavilaciones mientras se encontraba despierto, decidió dejar de
correr. Cansado de tener que huir de sus miedos.
Se detuvo y
permaneció parado, escuchando aquello que le causaba miedo acercarse casi hasta
estar detrás de él. Entonces volteó parar mirar a su pesadilla a los ojos, pero
aquello que se encontraba detrás de él no parecía humano. Un ser bípedo, de al
menos dos metros y medio de alto, con una piel escamosa y una cara ancha como
una sandía con una boca que cruzaba esa cara de esquina a esquina y del centro
de esa boca salió un tentáculo que se enredó en Samir, apretándolo con fuerza y
jalándolo hacia la boca con dientes, cortándolo en pequeños pedazos mientras
era tragado por la criatura.
Samir nunca
despertó de esa pesadilla. Su cuerpo se quedó tendido en su cama, con sangre
que salía de sus oídos y un rostro que expresaba el horror que había sentido.
FIN
Oh, que bonita historia mi amor :3
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