domingo, 10 de noviembre de 2013

29 – El homicida onírico.




                Samir era un residente de Vallecalmo. No siempre se fijaba en sus sueños, pues pasaba largas noches de desvelo en su trabajo como guarda de seguridad en un almacén cerca de los muelles y al llegar a su casa lo único que quería era dormir profundamente, tan profundo como es posible durante el día, pues descansaba cuando la mayoría estaba activo y despertaba cuando quedaban pocas horas de sol.
                Samir bostezaba en su trabajo. Nunca sucedía nada fuera de lo normal en su turno, nadie robaría peces y carnes frías, en medio de la noche. Podía relajarse y su mayor esfuerzo era para no quedarse dormido. Esa noche en particular, anhelaba su cama, lo suave de su pijama y la calidez de su habitación. Al final de su jornada, tras el amanecer, nada se comparaba a quitarse los duros zapatos y el uniforme; Prender la televisión y ver programas al azar hasta quedarse dormido.
                Las raras veces que recordaba lo que soñaba, ese recuerdo sólo le duraba unos minutos, pues el agua fría de la regadera se llevaba todo su sueño por la coladera. Sin embargo, cuando esa rara ocasión tenía lugar, cuando él se interesaba en sus sueños, siempre le venía a la mente una recurrente pesadilla donde alguien o algo lo perseguía. Nunca podía ver qué o quién era, simplemente tenía la sensación de que era perseguido, como cuando soñamos que nos caemos sin saber precisamente desde dónde, y que debía huir, escapar de ese lugar. Cuando despertaba, le era imposible saber de qué escapa o a qué le temía, pero poca importancia le daba y seguía con su vida como si nada.
                Esa noche en particular, en una televisión, que funcionaba a baterías y de la que Samir disponía para entretenerse a altas horas, transmitían una película de terror de un hombre que despertaba en una cabaña y, tras leer un documento, debía escapar de ahí antes de la media noche, pues su alma sería capturada para siempre. La trama, a la cual Samir poco entendió, no le llamó la atención, sino el terrorífico desenlace donde el hombre era finalmente capturado.
                En esta escena final, algo venía tras el protagonista y daba un último grito, hasta que la pantalla se desvanecía y los créditos finales comenzaban a rodar. El efecto de la cámara acercándose y persiguiendo a ese hombre, le recordó a Samir su sueño recurrente. Pensó que el monstruo que lo perseguía era en realidad un camarógrafo que lo grababa en su mente o que simplemente no era nada y sólo su imaginación lo torturaba.
                Tales eran sus cavilaciones, cuando las manecillas del reloj que colgaba en la pared marcaron la hora exacta para salir. Nada lo detuvo entonces hasta llegar a su casa, quitarse su uniforme, ponerse su pijama, acostarse en su suave cama, en su cálida habitación, para prender la tele y ver cualquier programa, hasta quedarse dormido.
                Dando vueltas en su cama, su mente lo transportaba a un universo paralelo donde la lógica no necesariamente era exacta. Al principio, estaba seguro de encontrarse en una avenida conocida de su ciudad, pero, conforme avanzaba por la acera, cada cosa que veía se le hacía extraña, irreconocible, como estar perdido en un barrio que no conocía o nunca hubiese visitado.
Antes de que pudiera tener idea de por qué seguía avanzando sin rumbo, temió. Como si supiera de un sufrimiento inminente, quizá alguien o algo lo atacaría en cualquier momento. Pero, a su alrededor, no observaba a nadie, pues las calles estaban muertas. Ni un animal o un hombre u otro ser rondaba esos parajes, sin embargo, aún temía.
Algo tras un vehículo viejo, estacionado en medio de la calle, como si hubiese sido abandonado repentinamente, hizo un sonido que de inmediato llamó la atención de Samir. Sin embargo, al voltear pudo ver que se trataba de un periódico que se enredó en la antena del vehículo. Otro ruido, del otro lado de la avenida, hizo que volteara la mirada, pero sólo se trataba de las ramas de un árbol que crujía al soplar del viento.
Las sombras iban y venían. No podía distinguir si era de día o era de noche. Tampoco si las luces de la calle estaban encendidas. Todo poseía un tono grisáceo y azuloso. Mientras Samir caminaba en ese amanecer perpetuo, miraba las fachadas de los edificios. Algunos tenían prendida la iluminación que daba a la calle y en otros sólo podía verse luz que salía de las ventanas. Muchas más casas estaban completamente apagadas, sin embargo, aún así era posible distinguir todo lo que había dentro de ellas, como si fuese de día.
El inconfundible marchar de pasos de una persona cercana alertó a Samir. Sin embargo, no lograba distinguir exactamente de dónde provenía… Pero se acercaba y además, con cada vez que sus zapatos golpeaban el suelo, aceleraba un poco más y un poco más.
Samir no tenía idea de quién fuera la persona que hacía ese ruido, pero sintió la repentina necesidad de escapar. Sin hacerlo muy evidente, comenzó a caminar en la dirección opuesta del sonido, apretando la marcha lentamente hasta que, sin darse cuenta, ya estaba corriendo y aquellos pasos que escuchaba detrás de él ya lo perseguían. No importa cuán rápido avanzara sobre la calle interminable, los pasos estaban cada vez más cerca.
Su corazón estaba agitado como nunca en su vida, su cabeza le iba a estallar, sus pulmones apenas podían satisfacer la necesidad de su cuerpo de energía, pero la cosa estaba cada vez más y más cerca. Confundido, Samir pensó que tal situación era como de una pesadilla e inmediatamente se dio cuenta de que estaba soñando. Recordando sus cavilaciones mientras se encontraba despierto, decidió dejar de correr. Cansado de tener que huir de sus miedos.
Se detuvo y permaneció parado, escuchando aquello que le causaba miedo acercarse casi hasta estar detrás de él. Entonces volteó parar mirar a su pesadilla a los ojos, pero aquello que se encontraba detrás de él no parecía humano. Un ser bípedo, de al menos dos metros y medio de alto, con una piel escamosa y una cara ancha como una sandía con una boca que cruzaba esa cara de esquina a esquina y del centro de esa boca salió un tentáculo que se enredó en Samir, apretándolo con fuerza y jalándolo hacia la boca con dientes, cortándolo en pequeños pedazos mientras era tragado por la criatura.
Samir nunca despertó de esa pesadilla. Su cuerpo se quedó tendido en su cama, con sangre que salía de sus oídos y un rostro que expresaba el horror que había sentido.

FIN

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