Esta era la
noche más oscura de diciembre y una fiesta pagana se celebraba en la mansión
más lujosa de la gran ciudad. Sólo unos pocos habían sido invitados a este
evento especial, pero aquellos afortunados que contaban con la dicha de
asistir, sin duda, nunca olvidarían los eventos que tuvieron lugar esta noche.
La fiesta era patrocinada por una anfitriona anónima que todos conocían como La
Diabla Roja y presentaría al público una nueva bebida, llamado “Red Devil”.
La mansión
estaba plagada de magnificencias, el mármol había conquistado el interior de
los muros, columnas, pisos y techos. Estatuas de dioses griegos adornaban las
esquinas, junto con bustos de emperadores romanos y cuadros tan antiguos como
el renacimiento. Había un salón principal, donde se encontraba la mayor parte
de la fiesta. En este salón, el festín y la libación no dejaban de fluir, como
el agua de las fuentes en el jardín. Los invitados se agasajaban de los sabores
exóticos y poderosos que ahí se servían.
El resto de
los invitados estaban perdidos en las múltiples habitaciones de las alas de la
mansión en las cuales se deleitaban en una orgía donde el placer y el dolor se volvían uno solo
y el hedonismo y la lujuria conquistaban sus corazones. No existía el bien o el
mal, parecía que la noche no tendría fin, la música no dejaba de sonar y todos
disfrutaban al máximo de las sensaciones más extremas en todas las formas
humanamente imaginables y más.
Cuando llegó
la media noche, la anfitriona, La Diabla Roja, llamó a todos al salón
principal. Todas las luces estaban apagadas excepto por veladores y candelabros
que iluminaban la habitación del color de la sangre. Junto a ella se
encontraban varias cajas con suficientes botellas como para saciar la sed de al
menos tres veces la cantidad de gente que había, a todos se les entregó una
copa y los meseros las llenaron con “Red Devil”.
La botella
parecía de un licor cualquiera, pero tenía grabado en el cristal una estrella
de cinco picos encerrada en un círculo y el líquido que contenía era de un
color rojo cadmio transparente con las letras que decían “Red Devil”. El mismo
símbolo estaba pintado en el centro de la habitación principal y, después un
discurso, la La Diabla Roja llamó a un brindis y todos bebieron el “Red Devil”.
A todos los
invitados se les solicitó que llevaran consigo un pendiente, un anillo, un
collar, o cualquier objeto que tuviera una piedra preciosa en ella. Y cuando
todos bebieron el “Red Devil”, las piedras empezaron a brillar y todos
sintieron una extraña energía en su cuerpo, se sentían como dioses, todos se
aceleraban y veían cosas que antes no podían ver. Entonces, el volumen de la
música aumentó, todo se veía más brillante
y fue cuando la fiesta comenzó realmente.
Todos estaban
bailando al ritmo de la música y los meseros llenaban sus copas con la bebida
apenas se la acababan y todos seguían tomando sin parar a la luz de las velas y
les daba una sensación de que algo grande iba a pasar en cualquier momento,
como si una nueva era estuviera por comenzar y el tiempo dejo de funcionar
mientras ellos seguían bailando y disfrutando del “Red Devil”.
Entonces, La
Diabla Roja, nuevamente llamó la atención de sus invitados y se situó en el
centro de la estrella pero ahora la acompañaba un hombre con pantalón negro,
una capucha y sin camisa que sostenía en una mano un hacha y en la otra una
correa que estaba amarrada al cuello de una cabra. Mientras, La Diabla Roja
daba un discurso sobre el triunfo de la maldad en el día más oscuro del año y,
cuando terminó de hablar, el verdugo tomó su arma y decapito al animal. Nadie
se horrorizó, todos aplaudieron y la sangre de la cabra se derramó por todo el
círculo.
La estrella
del centro comenzó a brillar y una energía demoniaca comenzó a posesionarse de
los invitados, a todos se les cayeron sus copas de las manos y comenzaron a
convulsionar, caían al suelo y de sus bocas salía espuma, entonces sus ojos y
sus uñas se pusieron negras y cuernos empezaron a salir de sus frentes, su piel
se desgarraba y de ella brotaba un cuerpo escamoso y rojizo. Sus piernas se les
caían y revelaban pares de patas de cabra y algunos sostenían con sus garras
escudos, espadas y hachas y una malvada sonrisa en sus bocas llenas de
colmillos.
Cuando la
transformación terminó La Diabla Roja se dirigió a su nuevo ejército infernal.
El sol ya salía por el horizonte y todos los demonios estaban listos para retomar
el control de la tierra, pues el momento de que la oscuridad vuelva a gobernar
comenzaría en ese momento.
FIN