La vida en la ciudad es agitada y dinámica. Cartas, autos, paquetes, personas y productos de una diversidad jamás antes vista, todo en movimiento, evolucionando, sofisticándose, desarrollando nuevas formas y abandonando los métodos antiguos y obsoletos. En la calle apenas hay lugar para un vago, sentado en la basura con la mirada perdida y su barba gris crecida. En su cabeza, unos pocos cabellos blancuzcos se extendían hasta sus hombros, cubiertos por una camisa humedecida y maloliente. Sin zapatos, tirado entre desperdicios, sus ojos opacos miraban a la nada. Gente más afortunada pasaba frente a él, ignorando su incómoda presencia, sin detenerte a mirarlo y sin dejar de caminar, decenas de personas aparecían de un lado de la calle y se perdían del otro, vestidos en trajes y camisas limpias, con vestidos coloridos y playeras estampadas, zapatos boleados y tenis blancos nuevos. Era un despliegue de color contrastando con la gris decadencia del pobre vago que veía pasar el tiempo con la calma de quien no tiene nada que perder o ganar, alguien que espera la muerte yaciendo acostado en el suelo y quien su único compañero era una criatura extraña como una rata grande y deforme. Los ojos oscuros del engendro brillaban de un rojo intenso a la luz de los faroles de la calle. Su pelaje negro y tieso, humedecido por la lluvia fría, se erizaba y parecía formar puntiagudas lanzas intimidantes y sus colmillos, más parecidos a los de un gato o un perro, eran visibles fuera de su boca pues son tan grandes que sobresalen en su cara.
Sin saber porque, un hombre que pasaba caminando como miles, que otras decenas de veces había pasado por esa misma calle, voltea a la criatura e Intrigado por el misterio decide investigar más a fondo y acercarse al vago maloliente. Su curiosidad lo llevó a explorar un lado de su ciudad que siempre veía, pero nunca antes se había atrevido a acercarse. Sus ojos y los de la criatura se entre cruzaron y el silencio llenó el aire de intriga por un instante, hasta que el vago, como si fueran sus últimas energías, abrió los ojos y observó, cansadamente y con visión borrosa, la incómoda escena, como esforzándose por entender qué pasaba, sin poder saber quién era o dónde estaba. Fijó su mirada en el individuo de corbata y portafolio, luego en su criatura y al fin entendió lo que pasaba. Se dirigió al hombre, pero seguía a su criatura con la vista, con una voz ronca, airada y grave dijo:
—¿Quieres saber qué es esto, verdad? Jamás habías visto algo como esto pues es único en el mundo. Su nombre, señor, es tan extraño que no puede ser pronunciado por un ser humano y quién me lo vendió me dijo que me traería fortuna, pero, como bien puede observar, el destino ha sido cruel conmigo y sólo penas he acumulado en mi alma, el júbilo se ha apartado de mi corazón y la gloria de mejores tiempos se ha perdido en el olvido. Pero no siempre fue así — El viejo vagabundo hizo una pausa y se levantó del suelo, sólo para sentarse nuevamente en él, cruzando las piernas y encorvando la espalda, con la cabeza baja, como si no viera nada y estuviera trasportándose a otro lugar o entrando en un trance místico, continuó relatando su historia.
—Me gradué con honores y tuve los mejores estudios durante mi juventud, me convertí en un paleontólogo de renombre, muchos de mis descubrimientos aún no tienen igual por la ciencia moderna, otros se siguen estudiando y el resto continúan asombrando a los escépticos con su solemnidad. Exploré en búsqueda de fósiles por todo el mundo, desde la montaña más alta o en el desierto más árido. Donde sea que mi experiencia y mis instintos me guiaran. Así pues, llegué a encontrarme en situaciones peligrosas de vida o muerte y a sobrevivir accidentes en ríos y junglas, en aviones y barcos, caí de una montaña y aquí me tienes, contando lo que pasó, como si nada de eso hubiera sucedido. Pero es real, pues cuando joven, mi cuerpo era fuerte y vigoroso, soportaba cualquier golpe de espada o de bala y mi corazón siempre se curó cuando estaba roto. Altos eran los riesgos y los costos que tenía que pagar por mis aventuras, pero al final del día todo valía la pena, pues las recompensas eran inimaginables. No sólo huesos polvorientos de bestias muertas se desenterraban en las profundidades de una cueva, aun cuando estos ya son valiosos por sí mismos, otros tesoros aguardaban escondidos en la oscuridad. Reliquias de tiempos remotos, artefactos y papiros de conocimiento ancestral, obras de magnificencia imperial esperando por ser descubiertas, en los extremos de la civilización y más allá—.
—Cuando viajas por todo el mundo, conoces gente de todo tipo. Agradables viajeros, cobardes ladrones y misteriosos personajes de los que sólo se oye hablar en las leyendas míticas. Algunas veces trabajando para gente peligrosa, tomando riesgos comprometedores, sin pensar en las consecuencias. Fue así que conseguí a esta criatura, de las manos de una persona extraña, ahora no estoy seguro si era persona o demonio, si era de este mundo o del más allá, pero definitivamente esta criatura no pertenece a esta era, un ser con cualidades únicas, de un antiguo linaje, más antiguo que la humanidad…— La lluvia interrumpió el relato y empapó a ambos de pies a cabeza. Aún con el frío del agua, la cual no paraba de caer, el sol ocultándose tras nubes negras amenazando con arreciar la tormenta, su ropa y su cabello mojados y sus zapatos negros enlodados, el buen señor jaló una caja y se sentó, para seguir escuchando la historia del vagabundo.
Con la voz aún más cansada, siguió:
—Esta criatura posee poderes sobrenaturales. Para empezar, se alimenta de la maldad de otras personas y créame que, por esta razón, nunca ha pasado hambre. Seguirá a su amo, lo protegerá contra cualquier amenaza, pero nunca le hará daño alguno. Además, quien me lo vendió dijo que conseguiría una pepita de oro al día y así fue. Quizá se preguntará: Cómo es posible que alguien que obtiene una pepita de oro cada día, siga viviendo en la basura como yo. Le contaré si es que decide seguir escuchando. —Después de una breve pausa, al ver que el hombre no se movería de su caja, siguió con una voz más grave que antes— Bien. Pues, como le dije, este ser me dio grandes riquezas en aquellos tiempos, con el oro que me daba podía comprar ropa aún más fina que la que usted lleva puesta, cenaba en restaurantes de primera y tenía el dinero suficiente para viajar a cualquier parte del mundo. Nunca más trabajé para extraños o para alguien más. Mi vida, desde que conseguí a este ser, había sido fortuna y diversión, aventura y dicha. Las pesadas jornadas de trabajo que soportaba en tiempos de mayor actividad eran encargadas a otros menos afortunados, mientras yo aguardaba a que se desenterrara un tesoro o una reliquia de la antigüedad. Como le dije, con la experiencia adquirida en los viajes, combinada con mi astucia y ahora mi poder económico, pude hallar joyas y fósiles de valores incalculables, incrementando mi riqueza y mi poder. De un tiempo a otro, en parte gracias a esta criatura, pude hacerme tan acaudalado que me vi rodeado de joyas, ropas y palacios. Sin embargo, el oro dejó de importarme, el dinero empezó a perder su valor y la vida dejó de tener sentido—.
—Veía los lingotes de oro, postrados sobre mesas del mismo material, en cofres con incrustaciones de diamantes y piedras preciosas, los muros de mármol en mis mansiones, las pieles ostentosas, los candelabros de cristal. Se había extinguido todo lustre en el metal y el brillo de las piedras había desaparecido. Las fragancias eran secas y el gris contaminaba los colores de opacidad. La gloria prometida se convirtió en una mísera condena— El vagabundo se detuvo un segundo, pues un relámpago iluminó el callejón y fue precedido de un tronido. Luego otro relámpago cayó a lo lejos y más truenos le siguieron a este. El viento hizo volar la sombrilla del buen señor, exponiéndolo completamente a la tempestad, su cabello revoloteaba y volaba por el viento, comenzando a agazaparse por el frío de la tormenta. Pero no se movió de ahí, atraído por el misterio de la tragedia, siguió sentado sobre la caja escuchando el relato del viejo. Tenía la impresión de que algo pasaría o se enteraría de una gran verdad al finalizar la historia, pero ignoraba su destino final, callado, mirando al vago a los ojos, no se levantó y escuchó el resto de la historia del vago.
—Con la sonrisa en el olvido y los días felices como borrosas memorias del pasado, el goce se separó de mi alma para siempre y caí perdido en la tristeza sin esperanza alguna, lo dejé todo un día y esta cosa me siguió. Vagué por todo el continente, durmiendo en el suelo y comiendo de la basura, esperando a que llegue mi muerte en la soledad— Sin pensarlo, puso su mano alrededor del ser espeluznante y lo levantó suavemente hasta sujetarlo con las dos manos y darle una mordida justo a la altura del cuello. La criatura se retorció de dolor, pero no se defendió. Permitió que su amo siguiera comiéndoselo hasta el último bocado, sin dejar el pelo o las garras, de unas mordidas el vago devoró a su mascota dejando caer sangre y tripas de su boca con pocos dientes—.
—Mi historia es falsa, así como tú. Pasas por esta calle cada mañana, con tu futuro asegurado, sin voltear a verme o saludarme, sin ningún interés por el sufrimiento ajeno, pensando sólo en ti mismo. Aún sabiendo lo trágica de mi historia, escuchaste con atención y morbo, pues para ti no es más que un cuento, algo que nunca te pasará. Pensaste que podrías venir, divertirte escuchando el dolor de alguien más y luego irte y contarles a tus amigos una anécdota interesante, sin hacer nada por ayudar. No intentes hablar, engendro del mal, pues no eres más que una criatura vil, de pelo negro y mojado, ojos de sangre y colmillos puntiagudos. Así que ven a mi lado y no te vayas, pues me alimentaré de ti cuando sea necesario, te devoraré cuando otro ingenuo se quedé a escuchar mi historia, así podré sacar el mal que existe en su interior, devorarlo y corromper su alma—.
FIN
Sin saber porque, un hombre que pasaba caminando como miles, que otras decenas de veces había pasado por esa misma calle, voltea a la criatura e Intrigado por el misterio decide investigar más a fondo y acercarse al vago maloliente. Su curiosidad lo llevó a explorar un lado de su ciudad que siempre veía, pero nunca antes se había atrevido a acercarse. Sus ojos y los de la criatura se entre cruzaron y el silencio llenó el aire de intriga por un instante, hasta que el vago, como si fueran sus últimas energías, abrió los ojos y observó, cansadamente y con visión borrosa, la incómoda escena, como esforzándose por entender qué pasaba, sin poder saber quién era o dónde estaba. Fijó su mirada en el individuo de corbata y portafolio, luego en su criatura y al fin entendió lo que pasaba. Se dirigió al hombre, pero seguía a su criatura con la vista, con una voz ronca, airada y grave dijo:
—¿Quieres saber qué es esto, verdad? Jamás habías visto algo como esto pues es único en el mundo. Su nombre, señor, es tan extraño que no puede ser pronunciado por un ser humano y quién me lo vendió me dijo que me traería fortuna, pero, como bien puede observar, el destino ha sido cruel conmigo y sólo penas he acumulado en mi alma, el júbilo se ha apartado de mi corazón y la gloria de mejores tiempos se ha perdido en el olvido. Pero no siempre fue así — El viejo vagabundo hizo una pausa y se levantó del suelo, sólo para sentarse nuevamente en él, cruzando las piernas y encorvando la espalda, con la cabeza baja, como si no viera nada y estuviera trasportándose a otro lugar o entrando en un trance místico, continuó relatando su historia.
—Me gradué con honores y tuve los mejores estudios durante mi juventud, me convertí en un paleontólogo de renombre, muchos de mis descubrimientos aún no tienen igual por la ciencia moderna, otros se siguen estudiando y el resto continúan asombrando a los escépticos con su solemnidad. Exploré en búsqueda de fósiles por todo el mundo, desde la montaña más alta o en el desierto más árido. Donde sea que mi experiencia y mis instintos me guiaran. Así pues, llegué a encontrarme en situaciones peligrosas de vida o muerte y a sobrevivir accidentes en ríos y junglas, en aviones y barcos, caí de una montaña y aquí me tienes, contando lo que pasó, como si nada de eso hubiera sucedido. Pero es real, pues cuando joven, mi cuerpo era fuerte y vigoroso, soportaba cualquier golpe de espada o de bala y mi corazón siempre se curó cuando estaba roto. Altos eran los riesgos y los costos que tenía que pagar por mis aventuras, pero al final del día todo valía la pena, pues las recompensas eran inimaginables. No sólo huesos polvorientos de bestias muertas se desenterraban en las profundidades de una cueva, aun cuando estos ya son valiosos por sí mismos, otros tesoros aguardaban escondidos en la oscuridad. Reliquias de tiempos remotos, artefactos y papiros de conocimiento ancestral, obras de magnificencia imperial esperando por ser descubiertas, en los extremos de la civilización y más allá—.
—Cuando viajas por todo el mundo, conoces gente de todo tipo. Agradables viajeros, cobardes ladrones y misteriosos personajes de los que sólo se oye hablar en las leyendas míticas. Algunas veces trabajando para gente peligrosa, tomando riesgos comprometedores, sin pensar en las consecuencias. Fue así que conseguí a esta criatura, de las manos de una persona extraña, ahora no estoy seguro si era persona o demonio, si era de este mundo o del más allá, pero definitivamente esta criatura no pertenece a esta era, un ser con cualidades únicas, de un antiguo linaje, más antiguo que la humanidad…— La lluvia interrumpió el relato y empapó a ambos de pies a cabeza. Aún con el frío del agua, la cual no paraba de caer, el sol ocultándose tras nubes negras amenazando con arreciar la tormenta, su ropa y su cabello mojados y sus zapatos negros enlodados, el buen señor jaló una caja y se sentó, para seguir escuchando la historia del vagabundo.
Con la voz aún más cansada, siguió:
—Esta criatura posee poderes sobrenaturales. Para empezar, se alimenta de la maldad de otras personas y créame que, por esta razón, nunca ha pasado hambre. Seguirá a su amo, lo protegerá contra cualquier amenaza, pero nunca le hará daño alguno. Además, quien me lo vendió dijo que conseguiría una pepita de oro al día y así fue. Quizá se preguntará: Cómo es posible que alguien que obtiene una pepita de oro cada día, siga viviendo en la basura como yo. Le contaré si es que decide seguir escuchando. —Después de una breve pausa, al ver que el hombre no se movería de su caja, siguió con una voz más grave que antes— Bien. Pues, como le dije, este ser me dio grandes riquezas en aquellos tiempos, con el oro que me daba podía comprar ropa aún más fina que la que usted lleva puesta, cenaba en restaurantes de primera y tenía el dinero suficiente para viajar a cualquier parte del mundo. Nunca más trabajé para extraños o para alguien más. Mi vida, desde que conseguí a este ser, había sido fortuna y diversión, aventura y dicha. Las pesadas jornadas de trabajo que soportaba en tiempos de mayor actividad eran encargadas a otros menos afortunados, mientras yo aguardaba a que se desenterrara un tesoro o una reliquia de la antigüedad. Como le dije, con la experiencia adquirida en los viajes, combinada con mi astucia y ahora mi poder económico, pude hallar joyas y fósiles de valores incalculables, incrementando mi riqueza y mi poder. De un tiempo a otro, en parte gracias a esta criatura, pude hacerme tan acaudalado que me vi rodeado de joyas, ropas y palacios. Sin embargo, el oro dejó de importarme, el dinero empezó a perder su valor y la vida dejó de tener sentido—.
—Veía los lingotes de oro, postrados sobre mesas del mismo material, en cofres con incrustaciones de diamantes y piedras preciosas, los muros de mármol en mis mansiones, las pieles ostentosas, los candelabros de cristal. Se había extinguido todo lustre en el metal y el brillo de las piedras había desaparecido. Las fragancias eran secas y el gris contaminaba los colores de opacidad. La gloria prometida se convirtió en una mísera condena— El vagabundo se detuvo un segundo, pues un relámpago iluminó el callejón y fue precedido de un tronido. Luego otro relámpago cayó a lo lejos y más truenos le siguieron a este. El viento hizo volar la sombrilla del buen señor, exponiéndolo completamente a la tempestad, su cabello revoloteaba y volaba por el viento, comenzando a agazaparse por el frío de la tormenta. Pero no se movió de ahí, atraído por el misterio de la tragedia, siguió sentado sobre la caja escuchando el relato del viejo. Tenía la impresión de que algo pasaría o se enteraría de una gran verdad al finalizar la historia, pero ignoraba su destino final, callado, mirando al vago a los ojos, no se levantó y escuchó el resto de la historia del vago.
—Con la sonrisa en el olvido y los días felices como borrosas memorias del pasado, el goce se separó de mi alma para siempre y caí perdido en la tristeza sin esperanza alguna, lo dejé todo un día y esta cosa me siguió. Vagué por todo el continente, durmiendo en el suelo y comiendo de la basura, esperando a que llegue mi muerte en la soledad— Sin pensarlo, puso su mano alrededor del ser espeluznante y lo levantó suavemente hasta sujetarlo con las dos manos y darle una mordida justo a la altura del cuello. La criatura se retorció de dolor, pero no se defendió. Permitió que su amo siguiera comiéndoselo hasta el último bocado, sin dejar el pelo o las garras, de unas mordidas el vago devoró a su mascota dejando caer sangre y tripas de su boca con pocos dientes—.
—Mi historia es falsa, así como tú. Pasas por esta calle cada mañana, con tu futuro asegurado, sin voltear a verme o saludarme, sin ningún interés por el sufrimiento ajeno, pensando sólo en ti mismo. Aún sabiendo lo trágica de mi historia, escuchaste con atención y morbo, pues para ti no es más que un cuento, algo que nunca te pasará. Pensaste que podrías venir, divertirte escuchando el dolor de alguien más y luego irte y contarles a tus amigos una anécdota interesante, sin hacer nada por ayudar. No intentes hablar, engendro del mal, pues no eres más que una criatura vil, de pelo negro y mojado, ojos de sangre y colmillos puntiagudos. Así que ven a mi lado y no te vayas, pues me alimentaré de ti cuando sea necesario, te devoraré cuando otro ingenuo se quedé a escuchar mi historia, así podré sacar el mal que existe en su interior, devorarlo y corromper su alma—.
FIN